10 Feb Las Meninas
El estudio de Michel Foucault de las Meninas de Velázquez analizando el complejo juego de acertijos que contiene, avivó el interés de artistas y filósofos por la genial obra, considerada hoy en día como una de las cumbres de la pintura barroca europea.
A finales del siglo XVIII Goya reproduce y en cierto modo descubre el cuadro de las Meninas, traduciéndolo al grabado y tomándolo como inspiración para su propio retrato de la Familia Real de Carlos IV; Picasso realiza una larga serie sobre él; Equipo Crónica incrusta fragmentos del mismo en sus fotomontajes… Su influencia en E. Degas, Renoir, Manet y prácticamente en todos los impresionistas es evidente.
Fiel a esta tradición y fascinado por el inquietante espacio que se abre desde la mirada de su autorretrato, incluido en el cuadro de forma asombrosa por lo predominante, hasta el espectador que no logra ubicarse con exactitud en él, me uno al coro y os presento algunas de mis obras directamente influenciadas por este pintor extraordinario a quien E. Degas proclamó rotundamente como “el pintor de los pintores”.
Mi primera incursión por el mundo apasionante de las Meninas fue por el año 1974 con el óleo de 230 x 290 cm que hoy se exhibe en el Museo de Arte Contemporáneo de Villafamés, sobre el cual, el crítico de arte Raúl Chavarri, en “Cuadernos Hispanoamericanos” escribe: “Traver Calzada practica un realismo de profundo sentido simbólico, transgrediendo en ocasiones las condiciones usuales del cuadro y planteando en su pintura desde unos postulados sobre los que operan diversos factores de disolución y confusión. Así por ejemplo cuando lleva a cabo el “d’après” de las Meninas de Velázquez, su representación se basa en una profunda disolución y una alucinante yuxtaposición de elementos de desecho”.
Otro comentario del académico Antonio Gascó Sidro sobre mi obra Autorretrato partido, óleo de 64 x 70 cm de 1976: “se trata de un díptico de ambigua interpretación, pues el autor funde o contrapone su propio autorretrato con el que Velázquez se nos presenta en sus Meninas. ¿Arrogancia o humilde reconocimiento? Peor si se considera que el autorretrato de Velázquez es en realidad el del esperpento, o monigote, o maquinaria de cartones y cables que Traver construyó para su propia réplica de las Meninas, la interpretación es aún más complicada”.
En Homenaje a Velázquez (óleo y dibujo de 80 x 93 cm de 1982) se alude a la magia que se desprende de las manos de Velázquez, en Meninas (óleo de 1985 de la colección Bancaja de Castellón) el lugar habitual de la Infanta Margarita está ocupado por la imagen de un obrero-campesino y la dama de honor (menina, en portugués) que en el cuadro de Velázquez se inclina para servir a la Infanta, ha sido recortada y enderezada. La intención creo que no necesita de más comentario.
La familia (óleo de 2015 sobre lienzo de 200 x 170cm) donde los personajes del cuadro de Velázquez inventariado como el cuadro de la familia, han sido sustituidos por mi propia familia, perrita incluida. La infanta Margarita se ha convertido en un violín desvencijado y sus sirvientas en guitarras, trompetas, laúdes y trombones…
Otra obra es Meninas, con inclusión del rey Juan Carlos y la reina Doña Sofía (óleo sobre lienzo de 230 x 290 cm en el Museo de Bellas Artes de Castellón).
Por su parte, La Infanta Margarita rodeada de tubos de pintura (óleo de 2015 de 115 x 125 cm) fue un experimento pictórico que dio pie a otro lienzo de 300 x 210 del mismo año, Sobre las Meninas, donde, sobre la grisalla de las Meninas de Velázquez, ocupando el famoso vacío que ha motivado tantas interpretaciones, planteo la mía propia: la de ser un espacio puramente pictórico, pero reducido a los elementos primarios de un cuadro, es decir, la composición, el ritmo de los elementos representados, el color, la materia, la ilusión óptica.
Detalles:
A este cuadro siguieron nuevas series de variaciones en dibujo, grabado, collages, etc. que pienso continuar.
Las Meninas de Velázquez es un cuadro abierto que seguirá inspirando a pintores de muchas generaciones. Su contemplación dignifica al pintor como ningún otro cuadro conocido, estimulándonos a seguir pintando.
Si te apetece, con la serie de autorretratos que incluyo, puedes componer tu propia versión de las Meninas en una especie de puzzle. Puedes localizarme en el puesto del pintor; como reflejos en un espejo múltiple, como la Infanta Margarita señalándose el corazón; como la menina Doña Agustina ofreciendo una rata muerta en vez del consabido jarrito de agua; como la otra menina Doña Isabel de Velasco con el jarrón de rosas. Aparezco también asomándome a una puerta como el aposentador de palacio Don José Nieto; soy la pareja difusa del fondo, la dignísima enana Mari Bárbola e incluso el perro mastín tendido ante la Infanta a quien un personajillo deforme, Nicolasito Petusano, incordia con la punta del pie.
Algo chocante en la vida de Velázquez es comprobar su entrega absoluta, aparentemente servil, a su dueño y señor el Rey Felipe IV, a cuya sombra a cambio, contando con el padrinazgo del Conde Duque de Olivares, sevillano como Velázquez y predispuesto a favorecer a sus paisanos, fue escalando desde la categoría de simple pintor a la de aposentador del palacio, consiguiendo tras varias intentonas, intrigas y digamos “enchufes” el anhelado ingreso en la Orden de caballería de Santiago. Velázquez murió rico, con pleitos motivados seguramente por las envidias palaciegas, encumbrado más allá de lo que cualquier pintor de su época podía soñar. Sospecho que la alusión del Rey a su carácter flemático significa en realidad que era vago. Y algo de esto me ha parecido descubrir en su forma efectista, breve, diluida, de pintar. Las Meninas es un boceto resuelto por la vía rápida… pero Velázquez era un genio y tenía buenos ayudantes, por lo tanto se lo podía permitir. Creo que este aspecto de su vida y su obra merece mayor atención y desde aquí invito a los especialistas a profundizar en él.
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